La tecnología ha hecho que los trabajadores estén expuestos a nuevos riesgos a medida que incrementan la productividad, descubren nuevos mercados y plantean desafíos para las autoridades que tienen la misión de garantizar la seguridad y salud de los trabajadores.
Uno de los primeros riesgos en la actualidad es la ausencia de los trabajadores independientes en las políticas estatales de SST. En este sentido, la Generalitar de Catalunya recomienda la identificación de riesgos para gestionar acciones que los prevengan en el ejercicio laboral.
«Eventualidades como el frío, la falta de luz y el desorden pueden atentar directamente contra el bienestar físico, social y mental de la persona trabajadora. Para adelantarse a cualquier eventualidad, es altamente recomendable seguir el ciclo de mejora continua: identificar los riesgos; eliminar todos los posibles; evaluar los restantes, prestando especial atención en los de más gravedad y probabilidad; definir, planificar e implementar medidas preventivas; verificar los resultados y, si las condiciones de trabajo cambian, actualizar aquellas que hagan falta», aconseja la institución española.
En caso de que el trabajador autónomo contrate a un tercero para la ejecución del encargo, el autónomo se convierte en una empresa que deberá atender las obligaciones y responsabilidades que se derivan. El autónomo tendrá que gestionar un plan de prevención y evaluación de riesgos, así como asegurar las condiciones de los espacios y de los equipos de trabajo para la persona empleada.
Por otro lado, la digitalización del trabajo en computadoras portátiles (laptops) hace que la exposición a posturas forzadas, la fatiga visual, la exposición a movimientos repetitivos y la sobrecarga muscular al transportar estos equipos sean riesgos latentes. A esto hay que sumar el teletrabajo, cuyos factores de riesgo fueron clasificados en cuatro: los equipos de trabajo utilizados, el entorno en que se desarrolla el trabajo, la interconexión ordenador-persona, y los factores de riesgo psicosocial.
No hay que tampoco el cambio climático en el futuro, y cómo este pondrá en peligro a los trabajadores en ambientes abiertos y expuestos al incremento de la temperatura, así como fenómenos meteorológicos potencialmente extremos.
«En este sentido, los horarios adaptados, la organización de turnos, las pausas frecuentes, la regularidad en la ingesta de agua, la crema solar y la ropa transpirable suponen protecciones fundamentales», precisan. «En este contexto, hay que prestar especial atención a síntomas como fatiga, dolor de cabeza o vértigo, que pueden ser precursores de problemas, más graves como la deshidratación o el golpe de calor –que en algunos casos llega a ser mortal».
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